domingo, 1 de mayo de 2016

Selfie

Ahora que todos se están preguntando ¿qué haría Don Quijote con los molinos?, he decidido tomarme un selfie para que me reconozcan los turistas cuando viajan por La Mancha y no me confundan con cualquier otro molino enclenque de pacotilla. Sí, el encuentro con aquel flaco lunático me inmortalizó gracias a la pluma de un escritor sin trabajo llamado Cervantes.
Conocí a su personaje estrella un día en que paseaba aquí montado en su aún más flaco jamelgo y acompañado por un amigo regordete. Que si hubiera seguido sus consejos otro gallo cantaría para él pero quizá yo nunca hubiera sido famoso, eso hay que reconocerlo. 
No sé por qué me escogió de entre los treinta o cuarenta molinos que me acompañan en este campo.  Siempre pensé que había descubierto algo especial en mí, que aún intento descubrir.   
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear –dijo el flacucho a penas me vio-; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
“Gigantes… Mala simiente…”, eso dijo el condenado. En un primer momento pensé que había notado algo tras de nosotros y que venía a salvarnos.
-¿Qué gigantes? -dijo su amigo regordete.
-Aquellos que allí ves –respondió apuntando hacia mí su amo, que eso empezaba a entender que era-, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
Al notar su exageración me di cuenta que no estaba muy bien de la cabeza. Debe ser el viento que sopla por aquí que se le metió por los oídos.
-Mire vuestra merced -respondió el gordito-, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.
“Bravo amigo”, pensé al ver que éste por lo menos tenía bien puesta la cabeza sobre sus hombros. Molinos, sí, somos orgullosos molinos de viento.
-Bien parece - respondió el flaco en armadura-, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Menudo susto me llevé cuando vi que dio de espuelas a su caballo, sin atender a las voces que su escudero -que eso entendí que era- le daba. Que gigantes y que ocho cuartos, somos molinos.
Más que loco debía estar cegato el flacucho ese pues al acercarse comenzó a reconocer nuestra condición. Aun así siguió en sus trece pensando que los gigantes habían huido.
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas –nos gritó-, que un solo caballero es el que os acomete.
Mi amigo el viento vino en nuestra ayuda moviendo nuestras aspas. Eso desesperó aún más al raquítico ese.
-Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar –dijo abalanzándose hacia mí.
“Dulcinea”, ese fue el nombre que escuché que susurró en una especie de oración antes de poner su lanza en ristre y acometer a su caballo para que galopara con más ímpetu. “Rocinante”, así llamó a su rocín.
Distraído por los graciosos nombres que mencionaba el chiflado no pude esquivar la lanzada en una de mi aspas. Reaccionando enseguida dirigí al viento en su contra con furia pero en legítima defensa, porque eso sí tenemos los molinos que somos caballeros ante todo. La lanza del tarado quedó destruida en pedazos, mientras que el flaco y su alazán fueron rodando maltrechos por el campo.
Acudió su amigo gordito corriendo con su asno a socorrerle. Lo encontró medio inconsciente por el golpe que se llevó al caer de su cabalgadura.
-¡Válgame Dios! -dijo el escudero, que entendí eso era-; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
“Más vale que escuches a tu amigo o terminarás no solo loco sino maltrecho”, pensé. Debo confesar que al verlo allí tirado en el suelo sentí un poco de compasión por ese hombrecito. No era común ver por esos tiempos quienes persiguieran con tal pasión un objetivo. Eso ha venido cambiando en cuanto aquel escritor decidió poner esta anécdota por escrito. Parece que la locura del flaquito se ha hecho contagiosa entre los lectores del ya famoso libro.
-Calla, amigo Sancho -respondió el lunático acomodándose la abollada armadura-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi espada.
-Dios lo haga como puede - respondió el rechoncho.
Nada, que esa fue la historia que por curiosa se regó como pólvora luego que un manco sin oficio decidiera contar el chisme. Con el pasar de los años a estos campos antes solitarios comenzaron a llegar cientos de personas ya no armadas con lanzas sino con cámaras fotográficas para retratarse con los molinos de viento a sus espaldas.
Pero como los muy brutos no saben quién fue el que se enfrentó a ese caballero de triste figura; van por allí tomándole fotos a otros molinos que quieren ganar indulgencia con escapularios ajeno.
Así que por eso me tomo este selfie para montarlo cuanto antes en mi cuenta de Instagram esperando que se vuelva viral y de una vez por todas se me reconozca el mérito que tengo en esta historia.

sábado, 9 de abril de 2016

El perro que jugaba con hormigas


Mi primer día en la tierra lo comienzo sentado en una feria de un centro comercial. Lo primero que me asombra es la luz natural del sol pues nuestros complejos y estructuras son subterráneos.
Tener la capacidad de leer la mente y el aura me permite darme cuenta que los terrícolas se encuentran siempre o lamentándose por el pasado o angustiados por el futuro.
Sólo los niños están verdaderamente vivos, conectados con el presente: sin los temores por la muerte, preocupados por el dinero o drogados por el sexo.
Aunque uso un sistema holográfico para esconder mi fisonomía creo que esto no hubiera sido necesario. Todos están tan ocupados en mirarse su propio ombligo que si me vieran como soy pasarían de mí como algún actor de teatro disfrazado de alienígena.
¿Cómo hacer llegar el mensaje que tengo sobre el inminente cambio en las condiciones climáticas de la tierra? Se me ocurre escribir un letrero y colocarlo frente a mí en la mesa donde estoy sentado. Lo hago.
Mejor hubiera sido que no: apenas leen el cartel se alejan despavoridos, ya hasta los miembros de la seguridad se mueven nerviosos y se acercan hacia mí.
Con esto ya comprendo porque la tierra está condenada: el miedo y la desconexión entre sus habitantes son los gérmenes de su destrucción.
Antes que los vigilantes me interroguen me levanto y compro una entrada para el cine. Están dando Star Wars.  Al ver la escena de la destrucción de planetas por parte de la Estrella de la muerte pienso con pesar que a la Tierra no le hace falta esto, su propia gente la destruirá.
Al finalizar la película voy al estacionamiento y abordo mi nave espacial. Me preguntarán ¿por qué los marcianos no invadimos la Tierra? La respuesta es simple: Sería como si a un perro le interesara vivir o colonizar un hormiguero.



miércoles, 29 de julio de 2015

Joaquín Pereira: “Esta es la carrera más arrecha de la vida”



Facundo Cabral, Alejandro Sanz y Fito Páez figuran entre sus entrevistados
Joaquín Pereira: “Esta es la carrera más arrecha de la vida”

Por Shari Avendaño

El también escritor y fotógrafo dio detalles sobre su vida como estudiante de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela
—¿Es este tu primer plantón como periodista?
—No –respondí riendo.
La entrevista se pautó para las 8 de la mañana del sábado. Sin embargo, fue una suerte contar con el retraso de mi personaje y con la presencia de la señora María Dolores.
La Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, ubicada en la antigua residencia del escritor y diplomático, en la Alta Florida, Caracas,  grita en cada rincón sabiduría, lucidez, jovialidad y frescura. Características que impregnan a todo aquel que entre en esa casa. Convirtiéndolos en un rompecabezas, que armado, transmite la esencia del emblemático personaje.
“El doctor Uslar murió en mis brazos; estaba lúcido. Habían dicho que tenía cáncer pero eso era mentira, eso lo dijeron sólo para sacarle plata. Él sufrió una caída que lo dejó mal. Él me dijo que no quería morirse porque me iba a dejar sola”, explicó María Dolores, una encantadora señora que desde su juventud –tiene 64 años- trabaja como aya de la familia. Tras la muerte de Uslar Pietri, vive en la que fue su casa y vela por su mantenimiento. “A mí no me sacan de aquí hasta que me muera; ni los mismos herederos”, aseguró.
Luego de una larga conversación y de recorrer la casa, llegó el entrevistado. Descargó sobre una silla su bolso para sacar un paquete de café que le había llevado a la señora María Dolores. Su bolso, lleno de parches y banderas, llevaba registro de los lugares por los que había pasado. Tras haber hecho la entrevista, me di cuenta de que la apariencia de su bolso reflejaba su manera de ser. Joaquín Pereira es un joven apasionado, sencillo, diferente y libre. Es escritor, fotógrafo, periodista egresado de la Universidad Central de Venezuela e Ingeniero en Computación graduado de la Universidad Simón Bolívar.
Tras una importante trayectoria en medios de comunicación y varios premios de fotografía tanto a nivel nacional como internacional, actualmente se dedica, entre otras cosas, a dictar un Taller de Escritura Creativa en la Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, lugar dónde di con él. Luego de conversar con la señora María Dolores, pasamos a la biblioteca e iniciamos la siguiente conversación.
—Usted, antes de ingresar a la Escuela de Comunicación, estudió Ingeniería en Computación. ¿Qué lo motivó a estudiar ambas cosas y cómo hizo el salto de una carrera a otra?
—Yo siempre echo broma con eso y digo que uno tiene derecho a equivocarse a los 17 años. Como tenía tantas opciones, empecé en computación, pero ya como al tercer año de carrera me dije “me gusta la carrera pero no me gusta ejercerla”. Terminé mi carrera, me gustó estudiarla, pero sabía que no la iba a ejercer, a menos que me fuera por una rama académica, dando clases. Luego obtuve un empleo en Venevisión Continental. Ingreso por computación pero luego me ponen a trabajar en el área de noticias, y yo dije “Esto me gusta”. Pero siempre tuve la disyuntiva: “Estás haciendo eso pero no tienes el título”, entonces decidí ingresar a la Central para estudiar periodismo. Pero nada, fue la mejor decisión pasar a periodismo.
—¿Qué edad tenía cuando empezó a estudiar Comunicación?
—Yo tenía 22 cuando me gradué de Computación, después trabajé en computación, de hecho…berro, yo soy viejo (risas). Me da cosa porque yo me gradúo un mes antes de que saliera la Web. La Web salió al público en enero de 1996 y yo me gradué en noviembre del 95’en Computación. Entonces…soy viejo (risas). Mi primer trabajo en computación fue en una empresa que desarrolló el primer web para un banco en Venezuela que fue Mercantil; pero mi mejor decisión fue el periodismo. Lo máximo, qué carrera tan brutal, esta es la carrera más arrecha de la vida. Estoy feliz.
“La Central siempre fue mi recinto de paz en una Caracas desbandada”
—Como usted estudió en la Escuela, quería preguntarle ¿qué profesor considera que lo marcó a nivel personal?
—Debería empezar por la persona que más me gustó en periodismo… ¿Por qué uno siempre se acuerda de los profesores que eran más fregados? Rosa Fagúndez me dio la entrevista. Eloy Yague, redacción. Carlos Gutiérrez me dio análisis del discurso. Moraima Guanipa es lo máximo, me dio Periodismo I. Metodología me lo dio Juan Carlos Centeno, pero en paralelo daba clases Abraham Rivero, y uno siempre lo consultaba. Fotografía con Corro. Eritza Liendo es una maravilla. Ella se levanta, prepara el café y empieza a escribir en Facebook. Ella escribe en su idioma “guaguancó”, pero perfecto.
—¿Cómo recuerda a la Universidad?
—La Central siempre fue mi recinto de paz en una Caracas desbandada. Claro, yo estudie en una Caracas más sencilla, ahora es más heavy, no habían tantos muertos. La Central te prepara para ser corresponsal de guerra en el sentido de que “tú resuelves” y eso uno lo agradece. Porque en la Central tienes buenos profesores pero hay cosas que no funcionan. Uno tiene que agradecer también los sufrimientos.
—Usted también fue pasante del periódico de la Facultad de Humanidades…
—Es importante hacer de todo antes de graduarse. Eso de graduarse y después conseguir trabajo no tiene sentido. Era el ejercicio de hacer entrevistas reales en un ambiente controlado.

—¿Alguna anécdota en particular que recuerde de la Escuela?
—Había una secretaria de audiovisual que lo que hacía era pintarse las uñas; no sé si sigue allá. Pero yo me prometí al momento de graduarme, llevarle una pintura de uñas. Y yo se la dí y le dije: “toma tu pintura de uñas”.
“O lo ves como un oficio o lo ves como una profesión”
—Durante su época de estudiante, ¿a quién tuvo la oportunidad de entrevistar?
—Entrevisté a todo el mundo. Entrevisté a Izarra. Fui a Miraflores. Me acuerdo que la entrevista fue en un salón de fotocopiado. “¿Dónde lo hacemos?” me dijo y abrió una puerta. Fue una entrevista larga, descubrí cosas que él no había dicho nunca. Alejandro Sanz, Valentina Quintero. Me acuerdo que entrevisté al expresidente Herrera. Facundo Cabral. Siempre me acuerdo de lo que me dijo en una entrevista: “¿necesitas ver a una persona? Ahora. Si no viene un carro y lo mata. Dale, ¿vas a esperar un mes?”. Siempre me quedó eso. Una de las cosas que yo amo de la entrevista es lo maravilloso de conocer gente.
—¿Cómo se llevaba con el tema de la repregunta?
—La repregunta siempre tiene que existir. Necesitas “stalkear” a la gente y hacer tus 10 preguntas mínimo. Pero yo digo que lo más interesante de la entrevista es la repregunta, porque eso significa que estás escuchando al entrevistado. Hay gente que hace la pregunta, está grabando, no está escuchando y el tipo te da una perla. Las mejores entrevistas son las que se convierten en conversación, las que no se convierten en un interrogatorio.
—¿Y a quién le ha tocado repreguntar?
—Yo tengo como ley de vida que yo tengo que preguntar. No tiene sentido vital ser periodista y no hacer una pregunta. Una vez fui a una rueda de prensa con el que fue mucho tiempo Ministro del Trabajo. Yo he trabajado en medios del Estado y en medios privados. Y en ese momento yo estaba en un medio del Estado; pero yo vengo de la Central, me formé como periodista. Entonces yo voy a la rueda de prensa, le hago la pregunta, estaba en vivo y en directo, y entonces el tipo casi que me escupe. Llego al trabajo y me dicen “¿cómo le vas a hacer esa pregunta?”. Y yo sé que en varias oportunidades ministros llamaron a la Agencia (Bolivariana de Noticias) para decir: “Mira, este muchachito está haciendo preguntas incómodas”. Lo bueno es que estuve en una etapa donde se permitía eso.
Sobre los entrevistados difíciles o que ya han sido excesivamente entrevistados, comentó que hay entrevistados que por creerse supuestamente relevantes, no toleran errores o tartamudeos de los periodistas. “La gente ama a Fito Páez, pero él es demasiado difícil porque odia al mundo. Él no tolera que la gente cometa errores o lapsus. Siempre tienes que estar por encima de él, y él está en el Olimpo”, aseguró.

—¿Alguna vez sus textos fueron censurados?
—Yo recibí piedras de ambos lados. Cuestiones que te tachan de los textos. Sobre todo en la Agencia, pero en El Nacional, también. Yo tenía un jefe que era terrible. Te mateaba los textos y te incluía cosas. Inventaba un título que la noticia no dice. Si uno ama la profesión, uno sabe que esos son gajes del oficio. Yo amo mi profesión. Yo tenía compañeros periodistas que decían “ya son las 5 de tarde, me tengo que ir” ¿Cómo que te tienes que te tienes que ir, si la noticia todavía está en progreso? O lo ves como un oficio o lo ves como una profesión.
—¿Una entrevista que recuerde en particular?
—Facundo Cabral, Alejandro Sanz. Sobre todo la gente humilde. Yo di una vuelta a Venezuela con el Taller de Fotografía de Roberto Mata durante 15 días, y para acceder a la foto de la gente, le recibía el brebaje de la ocasión. En ese interín me gusta generar empatía con la gente. Me gusta conectar con su forma de hablar y tomando lo que me den. Así sea la cosa más asquerosa. Uno va entrevistando y dice: “Oye, un ministro, un tubazo”.
—¿Ha tenido la oportunidad de descubrir un “tubazo”?
—Cercana a la fecha de la celebración de Caracas, me conseguí a Bernal. Yo me lo conseguí en un concierto, no estaba de pauta y le pregunto, “Mire, ¿usted qué le va a regalar a Caracas?” Y el hombre me dijo “tengo tantos millardos para…”, y me dio cifras que no se los había dado a nadie. Se lo mando a mi jefa, armo la nota, titular de todos los periódicos. Yo digo que uno no tiene que rechazar las pautas caliches. Eran unos payasos en un hospital infantil. Entonces ¿qué paso?: entro al hospital, se caen unas bombonas de cloro, yo casi me muero. Yo estaba allí, sacan a los bebés a la calle, que fue la gran foto de los bebés en la calle, y yo mandando avances, muriéndome con el cloro.
El oficio del escritor
—¿Y usted qué está haciendo ahorita?
—Ahora estoy dictando un taller de escritura. Estos son estudiantes de novela que…deberíamos ya terminar porque era a las 9…
—Ok, rapidito ¿Usted por qué escribe?
—Desde un inicio yo ingresé a periodismo no sólo por la profesión sino porque me gusta escribir, desde siempre. Alguien me dio el consejo de que el que estudia letras no escribe, porque tienen tanto conocimientos de crítica que luego para escribir algo están como atrofiados. Yo quería pulir la redacción, y yo creo que de ahora en adelante, oye, me encantaría volver a hacerlo, y siempre lo hago de vez en cuando, volver a hacer trabajo periodístico. Estoy escribiendo una novela, estoy con este taller de escritura desde hace 6 años.
—¿Algún tema recurrente en sus escritos?
—El tema que yo más amo desde el bachillerato es la historia de las religiones. Yo no soy religioso pero todas las religiones las adoro. Estoy escribiendo una novela sobre la parte esotérica de Fernando Pessoa. El único libro que publicó, porque él tiene un baúl de cosas que luego se descubrieron, se llama Mensaje. En el libro renace un mito portugués. Ese mito, que se llama Sebastián, es idéntico a la leyenda de Arturo. La leyenda de Arturo es que murió pero la gente todavía cree que va a retornar. Igual pasó con el Rey Sebastián, él fue a una guerra, dicen que murió allí, pero como lo vieron en otro sitio, tenían la esperanza de que iba a retornar para que Portugal volviera a brillar. Entonces de esa base histórica, esta mi novela de ficción. Entonces sí, me gusta la espiritualidad, la religión, yo sé que es un tema pavoso para mucha gente, pero yo lo adoro.
—Dado que usted imparte este taller en la Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, ¿qué significa la figura de Uslar Pietri para usted?
—Cuando yo estudiaba computación en el siglo pasado hice una pasantía en CANTV. Todas las mañanas en el autobús leía Lanzas Coloradas y pensaba que quería ser como Uslar Pietri. Años después, mírame dando clases en su casa.
—¿Qué libro está leyendo ahorita?
—Estoy leyendo varias cosas al mismo tiempo: terminé El Guardián en el Centeno para revisar el tono del protagonista que quiero para mi novela; reviso "De animales a dioses" también para mi novela; ahora mismo leo "El viejo y el mar" de Hemingway para la clase de este sábado.
En lo personal
—Uno de los temas recurrentes de la escritura es el amor, ¿cómo usted asume este tema a nivel escritural y a nivel personal?
—Yo tengo una hipótesis: el amor no cabe en un cuerpo o en una relación establecida porque, lo sabrás en la vida, está la montadera de cachos, quienes se obligan a vivir juntos pero se odian, etc. Yo creo en, creo que esto va a sonar muy hot, o en un encuentro fuerte de dos personas que se atraen o en el enamoramiento. Yo tengo dos lemas, uno para el taller y otro con respecto a esto y es: “sólo tu obra te salva”. Puede ser que tu alrededor no esté funcionando, pero si estas escribiendo tu obra, el mundo se te puede estar cayendo por todos lados pero tienes eso, la obra. Igual está el enamoramiento. Si tú estás enamorado no importa si ese día te fue mal, pero estás enamorado, ¿verdad? Entonces esas son dos gasolinas que no se pueden perder.
—Ahora vamos con las preguntas ping pong: Yo le diré una palabra y usted me responderá lo primero que se le venga a la mente. ¿Un miedo?
—Estar atrapado en una cola dentro de un autobús repleto de bachaqueros por varias horas. No soporto las colas.
—¿Un lugar perfecto para tomar fotos?
—En una manifestación de estudiantes contra policías o guardias nacionales. O en cualquier actividad donde se pueda hacer documentalismo: Sorte, los Diablos de Yare.
—¿Un libro que pueda leer 1000 veces?
—Mágica fe de JJ Benítez
—¿Un cantante o una banda?
—Tengo varios: Miguel Poveda, Mecano, Alejandro Sanz, Pablo Alborán
—¿Un defecto?
—Fumo… Pero me encanta (risas)
—¿Una frase que describa lo que usted piensa de la escritura?
—Sólo tu obra literaria te salva
Culminada la entrevista, Pereira salió de la biblioteca y corrió hacia las escaleras; probablemente, hacia el salón o espacio en el que imparte su Taller de Escritura Creativa. Antes de irse, me invitó a que participara en la próxima sesión del taller y me pidió que enviara saludos a sus antiguos profesores. Las muchas veces en que mencionó el Taller durante la entrevista, habla mucho de quien probablemente sea como profesor y como profesional de la comunicación: tan apasionado e interesante como sus textos.
Antes de irme, la señora María Dolores me abordó para regalarme una bolsa de mangos. Tras recibir la bolsa, le pedí que se tomara una foto conmigo cerca de un afiche que mostraba a Uslar Pietri en una alocución. Dicen que detrás de un gran hombre, hay una gran mujer. Lástima que, a veces, éstas voces sean anónimas. Gracias, María Dolores, por un rato lleno de aprendizaje.

domingo, 25 de enero de 2015

Libro "Mi Primer OVNI"



El periodista Joaquín Pereira desentraña el misterio de la caída de un extraño objeto en un pueblo del interior de Venezuela. Lo que encontró cambió su vida y lo muestra en su libreta de notas. Usted también se conmoverá con la lectura de este sorprendente libro.